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jueves, 28 de abril de 2011

Luz.

Bitácora del Capitán: Día uno; hora vigésimo primera y el dolor de mi cabeza no deja de parar, han pasado 15 noches y 16 días después del avistamiento enemigo, la tropa y yo fuimos emboscados por un ejército que nos triplicaba en numero. Tan pronto como fuimos , desarmados y amarrados en las manos, nos llevaron a un calabozo, una cueva oculta al otro lado de la montaña.
Durante toda esta situación nuestros carceleros no nos dirigieron la palabra, apuntaban con sus armas para que caminemos por un incomodo y zigzagueante camino improvisado. El miedo se apoderaba de nosotros cada paso que dabamos sentíamos la muerte cerca, hacia frio, mi cabeza parecía estallar.
Habremos hecho varios kilometros, estábamos exhaustos hasta que llegamos a una cueva, decir que estaba oscura es decir una redundancia, mas la cueva estaba iluminada por una conexión de antorchas como el sotano del palacio militar. Adentro se podía oir el aleteo de algún murciélago junto con un goteo permanente, constante, horrible. A medida que nos acercábamos al lugar de detención el camino se iba abriendo mas, todo era muy confuso había varios objetos tirados a los costados, un zumbido no me dejaba pensar estábamos llegando a la sala, estábamos tan cerca.
Al principio nos servían comida, frutas, dulces, éramos tratados de manera inusual para ser prisioneros, a veces nos dejaban salir a un lugar a cielo abierto, ahí era cuando podíamos ver las estrellas y ver a la luna brillar en su esplendor. Ya no era tan malo aquel lugar tenebroso, pero no era nuestro hogar, o iba a serlo para siempre? Acostumbrados a la rutina, ha estar bajo mando de algunos que nos obligaban a trabajar, a sus experimentos, sus golpes.
De pronto trastabille con una roca y me cai, los enemigos me golpearon para que me levante rápidamente y seguir. Parecia que bajábamos cada vez mas, uno de ellos no dejaba de mirarme, podía percibir que tenían planes para con nosotros. ¿Cuáles eran? ¿A donde nos llevan? La luz de las antorchas parecía cada vez mas tenue y con menos fuerza a medida que se ensanchaba el camino, ya casi al llegar a lo que crei que eran las celdas, de nuevo el zumbido se hizo presente sin poder callarlo. Aca estoy frente a una luz de antorcha incandescente, esclavizado, tengo que seguir escribiendo, tengo que terminar, no puedo parar, mi cabeza va a estallar, con el zumbido que no cesa durmiendo hace días espero despertarme mañana.






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